30 de diciembre de 2009

Estamos salvados...

Seguridad máxima contra incendios en las gasolineras indias...

29 de diciembre de 2009

Falas portugues?

Falas Portugues? Es la última frase que esperaba de boca de un abuelillo indio que estaba sentado en su puesto de chicles-patatas-tabaco en una aldea perdida de la Isla de Diu. En realidad, no es extraño si se tiene en cuenta que esta isla fue colonia portuguesa hasta hace cincuenta años. Pero de primeras, sorprende.

Este señor no es la única pista que indica que los portugueses pasaron por aquí. Las calles estrechas del pueblo, las casas de colores, la fortaleza y las iglesias son también prueba de ello.


Este es uno de los atractivos turísticos de la isla, pero también lo son sus playas, tranquilas y estupendas para relajarse. Todas menos una, plagada de turistas indios que vienen a darse un chapuzón y a beberse unas cervezas, aprovechando que Diu es uno de los pocos lugares de Gujarat donde no llega la ley seca...

22 de diciembre de 2009

El periódico de las medias naranjas

21 de diciembre de 2009

Un mundo sin Navidad

Se hace raro estar a unos días de Nochebuena y no ver miles de luces en las calles, gente cargada de bolsas con regalos o anuncios de juguetes en la tele. Ni rastro de Navidad en India, salvo por contadas excepciones que recuerdan que en otra parte del mundo es la hora de los regalos y las cenas familiares....


Se puede encontrar algún gorro de Papa Noel por la calle...


... y luces en la iglesia principal de la ciudad, que recuerdan más a Cortilandia que a un lugar sagrado. El estilo indio de la Navidad... ¿Pero qué se podía esperar de la decoración de una iglesia que el resto del año no tiene luces pero esta pintada de rosa chillón?

Para los que estén en esa otra parte del mundo con celebraciones... FELIZ NAVIDAD

13 de diciembre de 2009

¡Viva los novios!

¿Y como es una boda india? No puedo contar como son los tres días que suelen durar las bodas porque no he tenido la oportunidad de verlo, pero puedo describir el banquete que tiene lugar tras la ceremonia. Esta es la época de las bodas y da igual que sea sábado, lunes o miércoles, que en las afueras de la ciudad o en cualquier parque público se montan carpas para celebrar banquetes de boda.

No es muy distinto a lo que estamos acostumbrados: un jardín, mucha comida, mucha gente... aunque, obviamente, con pequeños matices. El jardín suele estar decorado con colores, luces parecidas a las de Navidad y con un sentido de la elegancia un poco distinto (vamos, que en España sería una auténtica horterada). Mucha gente significa mucha más gente de lo normal en una boda. Las invitaciones llegan a todas las personas que conocen a los novios y los invitados pueden llevar a quien quieran con ellos (sino por qué iba a acabar yo en una boda india). Así que en el banquete hay decenas de personas, algunas de ellas familiares, otras amigos y otras simples conocidos que se acercan a ponerse las botas... Mi pregunta ¿cómo se come en una boda india? esperaba una respuesta tipo De pie, Sentados alrededor una mesa o algo parecido, pero la respuesta fue: A dos manos. Y así es. Básicamente se puede dividir el espacio donde se celebra el bodorrio en dos partes: un escenario donde los novios esperan a que todos los invitados pasen a saludarles y a hacerse una foto con ellos, y un jardín con numerosas mesas en las que unos atareados cocineros ofrecen todo tipo de platos y postres a todos los que se acercan, que no son pocos.

Lo que más sorprende es la falta de alcohol. Gujarat es estado seco, con o sin bodas. Nada que ver con cualquier festejo español, donde nunca falta un buen vino, unas cervezas y lo que venga después. Es difícil recordar la última vez que fuimos a un evento parecido y no había botellas de vino o ron sobre la mesa... probablemente porque nunca ocurrió...

11 de diciembre de 2009

Cosas de arquitectos

Al hablar de las ciudades indias probablemente a todo el mundo le vengan las mismas ideas a la cabeza: caos, tráfico, pitidos, calles abarrotadas de gente, ruido, vacas, puestos ambulantes... Las impresiones y las palabras pueden cambiar en cada persona pero seguro que a nadie le viene esta imagen a la cabeza…

Sí, esta ciudad existe en India y se llama Chandigarh. Es una ciudad cuadriculada, dividida en sectores, con anchas avenidas por las que no pasan apenas coches, con amplios jardines, con rotondas, sin basura en la calle y un largo etcétera que sorprende tras estar un tiempo en este país. Una ciudad diseñada por Le Corbusier y construida desde cero, al contrario que el resto de ciudades, que van creciendo conforme a las necesidades de sus habitantes. Por cierto, los habitantes de esta ciudad parece que se hayan escondido en algún rincón porque son pocos los que se ven por la calle.

Este sitio puede ser un buen refugio para los turistas que se sientan aturdidos en este país y necesiten algo parecido a una ciudad europea. Pero al cabo de un par de horas, cuando se han visitado los edificios importantes del arquitecto y el bonito parque decorado con basura reciclada, puede resultar aburrida.

9 de diciembre de 2009

Pocket Mein Rocket

Lo tenía que poner...


Lo peor de todo es que es pegadiza!

8 de diciembre de 2009

Manikaran, la joya de la oreja

Cuenta la leyenda que una de las joyas de la oreja de Parvati cayó en estas aguas y desapareció. Shiva ordenó a sus discípulos la búsqueda de la joya pero estos no fueron capaces de encontrarla. Esto despertó la furia de Shiva y su tercer ojo divino silvó un horrible soplido que provocó que las aguas se calentaran. La joya salió de las ardientes aguas acompañada de otras muchas y la ira de Shiva desapareció.

Los vapores del agua caliente siguen invadiendo la aldea de Manikaran donde hay zonas en las que el agua brota a 90ºC.


[Del sánscrito, Mani significa joya y Karan, oreja]

6 de diciembre de 2009

Como en otro país...

Un viaje al norte de India siempre viene bien para dejar el sofocante calor apartado durante unos días. El frío y la nieve de los Himalayas hacen que uno se confunda y piense que ha cambiado de país. Y esta confusión se acentúa al pasar por Mc Leod Ganj, pueblo donde se encuentra el Gobierno tibetano en el exilio.


La mayoría de los habitantes de este pueblo son refugiados tibetanos. La imagen que solemos crear en nuestras cabezas al escuchar la palabra "refugiado" nada tiene que ver con lo que se puede ver en este pueblo, donde la calidad de vida es mucho mejor que la que se acostumbra a ver por India. Un pueblo limpio, con modernas cafeterías y tiendas en las que venden prendas de abrigo de buenas marcas. Hasta ponen los precios y no se regatea apenas, nada que ver con el resto del país... En este lugar se mezcla la tradición y la modernidad en cada rincón. En la calle se cruzan monjes budistas ataviados con sus telas granates y jóvenes que visten a la última moda, como si hubieran sacado su ropa de cualquier tienda de Madrid o Londres.


Aquí es donde el Dalai Lama tiene su residencia oficial, pero si se va de visita unos días a este pueblo no hay que esperar encontrárselo por la calle porque no es lo habitual... Casualidades de la vida, el dirigente tibetano iba a comparecer ante sus compatriotas justo el día siguiente a nuestra llegada a Mc Leod Ganj. No hay fotos para probarlo, ya que los eficaces sistemas de seguridad nos impidieron entrar al recinto con cámaras o teléfonos móviles. No sé muy bien por qué pero creo que todo formaba parte de una estrategia elaborada por la señora que tenía una tienda enfrente del lugar donde se registraba a la gente, que se hizo de oro guardando las pertenencias de todos los que querían entrar.

Y finalmente el Dalai Lama llegó y comenzó su discurso. ¿Y con qué empezó el líder espiritual? Con una broma, a la que siguieron las risas de todos los que escuchaban. Hablaba lento y tranquilo y mezclaba su discurso con algún chascarrillo que despertaba a los que empezaban a dormirse después de escuchar cómo daba vueltas a la misma idea durante una hora. No sé cuantas veces pudo repetir las palabras "peace of mind" y "materialism"... Pero aun así, nadie se movía del sitio y seguía escuchando al gran líder del budismo tibetano.

Dalai Lamas aparte, Mc Leod Ganj es el lugar indicado si se quiere saber más acerca de la historia del Tibet y la sistemática erradicación de la cultura y religión del pueblo tibetano por parte del Gobierno chino.


Por cierto, hay que probar la cocina tibetana (si no se ha hecho ya en alguno de los restaurantes de refugiados tibetanos salpicados por el país) pero hay que tener mucho cuidado con los momos porque son peligrosamente adictivos...

5 de diciembre de 2009

Reflejos de oro

El templo más sagrado para los sijs se encuentra en Amritsar y se hace llamar Templo Dorado, es obvio por qué. Todo el que quiera visitarlo será bienvenido con una sonrisa siempre que entre sin zapatos y se cubra el pelo. Y, aunque parezca extraño, no hay que pagar ni una rupia para entrar.

Lo especial de este sitio no es solo el color dorado del templo, que reluce especialmente cuando el sol choca contra en él, sino el ambiente que se respira: el agua y sus reflejos, la devoción de los que llegan a él para rezar, bañarse y realizar sus ofrendas, las oraciones en forma de música que provienen del interior del templo... Todo esto reviste el recinto de una tremenda espiritual y tranquilidad, que se agradece sobre todo si el día anterior uno ha estado paseando por la frenética Delhi.

4 de diciembre de 2009

Benarés y el sagrado Ganges

Benarés, ciudad famosa por sus ghats (escaleras que bajan al Ganges) y por los crematorios cercanos al río, donde la muerte está presente las 24 horas del día. Morir en el sagrado Ganges para acabar con el ciclo de reencarnaciones y ser libre, ese es el objetivo de muchos.


Pero no es sólo la muerte lo que está presente en esta ciudad llena de vida. Además de albergar crematorios, los ghats están repletos de personas que bajan al Ganges a bañarse, a meditar, a hacer gimnasia, a lavar la ropa, a trabajar como barqueros, a rezar... En definitiva, es el lugar donde tiene lugar la vida social de la ciudad y donde numerosos peregrinos acuden para realizar rituales cerca de este río sagrado.





Obviamente, una de las cosas que más impresiona es la muerte, el humo que se desprende de los montones de madera apilados y las barcas repletas de troncos que llegan a los crematorios para ser pesadas y vendidas a los familiares. Es extraño como la muerte se ha convertido en un reclamo turístico y las cremaciones en todo un espectáculo. Y cuando el olor empieza a ser desagradable, el turista sólo tiene que adentrarse en las callejuelas cercanas y cientos de tiendas pueden hacerle olvidar lo que acaba de ver. Aunque no siempre es posible. En algunas de las estrechas calles que van a dar al crematorio principal se puede observar como, mientras los turistas regatean el precio de unos pantalones, una decena de hombres bajan cantando y llevando en sus hombros a otra persona cuyas cenizas flotarán en unas horas en las aguas del Ganges.

3 de diciembre de 2009

Taj Mahal

De vuelta otra vez a India. Y, para que no quepa duda, con el símbolo más significativo del país para los turistas: el Taj Mahal.


Creo que nunca nadie se ha ido de este país sin tener su foto con el archiconocido mausoleo. ¿Es para tanto? No lo sé, será cuestión de gustos. La verdad es que impresiona cuando lo ves mientras atraviesas la gran puerta que está enfrente (aunque supongo que sería mucho más impactante si no lo hubiéramos visto una y otra vez en fotos) y a medida que avanzas comienzas a sentirte como si estuvieras en una postal gigante.

Nada más entrar, todos hacemos lo mismo: desenfundamos la cámara e intentamos hacer la foto que tantas veces hemos visto en las revistas de viajes. Sí, todos. Y quien diga que no, miente.


Nadie se resiste a tomar unas cuantas instantáneas del fotogénico Taj Mahal. Y después de las fotos de rigor viene lo peor... cuando la gente empieza a poner posturas raras emulando que coge el gran Taj Mahal con la mano o lo sostiene por la cúpula. Tiene su gracia observar durante un rato las tonterías que hacemos cuando estamos en lugares de este tipo...


- ¿Cual es la clave?
- El color blanco impoluto con el fondo azul del cielo.
- No, la escala. La escala es la clave.

1 de diciembre de 2009

Perplejidades

Hoy no escribiré nada sobre India. Dejo las fotos y las historias de los últimos días de viaje para otro momento. Hoy quiero dedicarle esta entrada a la lucha del pueblo saharaui, del que no me olvido por muy lejos que esté. Antes de comenzar mi viaje hace quince días leí en el periódico que Aminatou Haidar había un comenzado una huelga de hambre. Dos semanas después he vuelto y ella sigue luchando en el aeropuerto de Lanzarote.

No quiere ser extranjera en su propia casa. Esto es lo que ha dicho a la oferta de un pasaporte español que le ha propuesto Moratinos, el cual se ha declarado perplejo ante la negativa. Perplejo debería estar ante la violación de Derechos Humanos que sufren los saharauis en su propia tierra, perplejo ante los miles de refugiados que viven desde hace más de tres décadas en medio del desierto argelino, perplejo ante la inutilidad de la ONU y sus resoluciones (violadas una y otra vez por parte de Marruecos), perplejo ante la pasividad del Gobierno español, y un largo etcétera de situaciones por las que este señor debería sentirse perplejo. Pero lo que le alucina a nuestro querido Ministro es que Haidar luche porque se respeten sus derechos, su dignidad y la del resto de saharauis, oh! que locura la de esta mujer!


SAHARA LIBRE

Firmas en todosconaminatou@gmail.com

14 de noviembre de 2009

Ajanta y Ellora

Merece la pena pasar medio día empapados bajo la lluvia viendo las cuevas de Ellora y el paisaje que las rodea y, sobre todo, contemplar el templo tallado en la roca sin parar de pensar "¿Cómo es posible que picando y picando hicieran este templo con sus miles de pequeños detalles?"


Y a menos de cien kilómetros, Ajanta, otro complejo de cuevas incrustadas en la roca entre una gran cascada, el río y la montaña.


Mientras que las cuevas de Ellora se reparten entre budistas, hindúes y jainistas, las de Ajanta son en su totalidad budistas, como se puede adivinar por las decenas de pinturas y esculturas del interior en las que el protagonista inconfundible es Buda.


Hay que subir y bajar cientos de escaleras para ver las cuevas de Ajanta desde la montaña que está al otro lado del río pero no supone un gran esfuerzo recorrer las cuevas andando. Si la forma física de algún turista no le permite subir veinte escalones seguidos o le parece muy divertido que cuatro indios esmirriados le suban a hombros, puede contratar los servicios de los porteadores. Eso sí, esperemos que luego no vuelvan a su país diciendo que tienen que ir al gimnasio porque han engordado unos kilos por la comida india...


9 de noviembre de 2009

Sunday market

"¿Y qué venden ahí?", "De todo". Totalmente cierto.

Sunday market es la versión india del rastro madrileño en Ahmedabad. Los domingos las calles de la ciudad vieja albergan cientos de puestos, más que de costumbre, que venden todo tipo de artilugios a los que se acercan por allí. Aunque no se compre nada, siempre es curioso pasear por este mercado que recorre varias calles para acabar en un slum cercano al río Sabarmati.


Se pueden encontrar todo tipo de cosas para comprar. Multitud de puestos de ropa, ahora repletos de polares de invierno que provocan sarpullido sólo de verlos (el invierno ha llegado a India, aunque no lo parezca), muebles, herramientas, utensilios de cocina, espejos, etc. se mezclan con carros de fruta o quioscos de limonada.


Pero, sin duda, los mejores son los puestos variados, donde te puedes encontrar desde un cepillo de dientes a unos patines de hace veinte años, unos bolígrafos usados que seguramente ya no escriban, juguetes que parecen recién sacados del trastero de los abuelos o cualquier trasto que alguien se encontró un día en la calle y ha decidido ponerlo a la venta por si le interesa a algún comprador o coleccionista de cachivaches. Si lo que el comprador quiere es un animal, en la zona más cercana al río puede adquirir cabras, conejos o gallinas.

Este mercado tiene de todo. Y cuando crees que has visto los artilugios más raros que podías encontrar te das cuenta de que nunca pararás de sorprenderte...


Pollitos rosas, los más modernos del lugar.

7 de noviembre de 2009

Turistas en India

Tras un mes en India en mi cabeza revolotea de vez en cuando una pregunta: ¿Por qué razón los europeos se comportan de forma extraña cuando llegan a este país? Puede que por el recalentamiento del cerebro bajo el sol asfixiante, puede que por un exceso de picante en las comidas o simplemente por estar en un lugar donde nadie les conoce. El caso es que a todos parece que les haya mordido algún tipo de mosquito cuya picadura provoca serios cambios en la conducta.

El primer síntoma es un repentino cambio en la forma de vestir. Parece que en el momento en que pisan el país sus vaqueros y camisetas les producen algún tipo de alergia y tienen que comprar pantalones anchos y camisas de lino para poder sobrevivir. Por la forma en la que lucen estas nuevas prendas se nota que no suelen vestir habitualmente con ellas. Si es una estrategia para parecer menos occidentales, no consiguen el objetivo, de hecho, parecen más turistas si cabe. Un consejo: los pañuelos al cuello quedan monísimos pero no son necesarios con 35o C a la sombra, a menos que se quiera lucir un bonito sarpullido.

Los turistas de quince días no suelen mostrar muchos más cambios, pero lo peor viene cuando pasan aquí varios meses. En primer lugar, tenemos a los que vienen a India en busca de experiencias espirituales que no encuentran en sus países de origen. Se les reconoce porque sus temas de conversación con otros de su misma especie se centran en cursos de meditación y cosas por el estilo. Estos cursos, donde sólo asisten extranjeros, son una de las fuentes de ingresos por excelencia del turismo indio.

Algunos ejemplares de esta especie deciden quedarse más tiempo en el país y sueñan con vivir aquí eternamente. Planean formas de alargar su estancia para llevar una vida “tranquila y de meditación”, según sus propias palabras. Lo que en España sería, básicamente, la vida del gorrino pachón: comer, dormir y estar todo el día tocándose la barriga. Y meditar, claro.

También podemos encontrar a la especie quiero-ser-más-indio-que-los-indios. Este ejemplar lleva al extremo todos los estereotipos de turistas en India. Se les reconoce porque van ataviados con un pañuelo naranja a modo de falda y pasean con las manos juntas a la altura del pecho “dando la paz” a todo el que le saluda. Un consejo para ellos: aprovechad, vosotros que tenéis zapatos, y no andéis descalzos recogiendo toda la basura de la calle, por favor.

De vez en cuando puedes toparte con algún europeo que, a primera vista, parece que no está bajo los efectos de esta borrachera espiritual. Pero te das cuenta de que no es así cuando estás en medio de una conversación y se te ocurre aplastar con el dedo a una hormiga que te está mordiendo en el tobillo. En ese momento se delata: “¿pero qué haces? ¿qué pasa con tu karma?”. ¿Que qué pasa con mi karma? ¡Que si no la mato me devora hasta el karma!

A grandes rasgos, así se comportan muchos de los turistas europeos al llegar a India, por lo que una conversación con un indio siempre es mucho más normal y cercana a las que sueles tener con tus amigos en España. Eso sí, siempre se agradece un encuentro con ese turista español al cual le gusta viajar pero no ha estado nunca en un país tan diferente al suyo como este. Frases como “llegamos a Mumbai pero nos fuimos rápido porque estaba lleno de chabolas” o “¿este tío que hace? ¿No ve que no he pitado? ¿Por qué me tiene que tocar las pelotas?” cuando le están registrando en el aeropuerto, siempre consiguen sacarme una sonrisa.

5 de noviembre de 2009

Mandu en bicicleta

Un atasco impresionante en Ahmedabad y un rikso que intentaba meterse por cada hueco que encontraba entre tanto tráfico. Así comenzó el viaje a Mandu. No llegaba al tren, así que el riksero paró a un señor que iba en moto y le dijo “lleva a esta chica a la estación, que va a perder el tren”. Me bajé del rikso, me monté en la moto (que lo tenía más fácil para esquivar el tráfico) y llegué a la estación de Kalupur pero el tren se había ido. Cogí otro rikso a la estación de autobuses y compré un billete para esa noche. El autobús tenía una parada en un pueblo cercano a Mandu, desde donde tenía que coger otro autobús, pero uno de los cuatro conductores (sí, van cuatro conductores, por si se cansan), el que me tenía que avisar para bajarme, se había quedado dormido. Me quedé en otro pueblo, no sé ni cómo se llamaba, y desde allí esperé a que pasara el autobús de la mañana que recorre todas las pequeñas aldeas cercanas a Mandu. Un autobús pequeño, que empezó medio vacío pero que se fue llenando poco a poco. En el estrecho asiento donde yo pensaba que una persona cabía difícilmente, comprobé que cabían hasta tres. El autobús iba parando en cada aldea, en el camino o donde fuera. Paraba allí donde había alguien que quisiera subir o bajar. Subían niños con sus mochilas para ir al colegio, mujeres que iban al mercado de un pueblo cercano, gente con bolsas, sacos y todo tipo utensilios, bajaban, subían, se sentaban, muchos se quedaban de pie, muchos con las cabezas asomadas por la puerta, demasiada gente en un autobús tan pequeño. Pero al final cada cual llegaba a su destino. Yo llegué al mío tras cuatro horas de viaje.

Y al llegar a Mandu, lo de siempre… comienza el “acoso” a la nueva turista en el pueblo: “¿tienes donde dormir?”, “¿necesitas un guía?”, “ahí está mi tienda”, “¿un tour por las ruinas?”. A Mandu no llegan muchos turistas extranjeros, pero es un lugar turístico para los indios, así que están preparados. Conseguí librarme de todo eso y llegar a la casa de una familia que tiene cuatro habitaciones para dormir. Es una casa sin ningún tipo de cartel que anuncie que tienen habitaciones, así que sólo llegas allí si te lo ha recomendado algún amigo. Una buena opción para quedarse unos días. Una habitación acogedora a las afueras del pueblo y con una comida deliciosa si decides cenar allí, con la familia. La mujer cocina la mejor comida que he comido en India y el marido es un personaje auténtico, todo el día riéndose, cuidando sus plantas de marihuana y diciendo “in India everything is possible. Not very much money, but very much happy”.

Sólo faltaba una cosa: una bicicleta. La mejor forma para recorrer los alrededores de Mandu si te quedas unos días. Y a partir de aquí, a disfrutar.

Pero Mandu no es sólo el pequeño pueblo. Está situado en una zona elevada, rodeado por 24 kilómetros de una antigua fortaleza, dentro de la cual hay numerosos caminos con asentamientos tribales a los lados por los que perderse para encontrar antiguos templos, palacios o unas buenas vistas.

Y para acabar el día, una bonita puesta de sol con vistas a un paisaje que parece sacado de “El libro de la selva”.

Por cierto, una curiosidad, no se rompieron mucho la cabeza los que pusieron nombre a los personajes de esta historia… Baloo significa oso en hindi y Bagueera significa pantera. Es una de las cosas que descubrí hablando con unos amigos de Mandu. Porque una cosa está clara: aunque viajes solo, en India nunca te vas a aburrir. Llegué sola a Mandu pero el día que me iba estuve toda la mañana tomando chais con la gente que había conocido allí. Es lo bueno de estar unos días en el mismo sitio, sin prisas por ver quinientas cosas en un solo día, que conoces gente que te enseña sitios que no salen en las guías y con los que pasas buenos ratos comiendo algo, tomándote un chai tras otro o simplemente hablando cerca del mercado. De hecho, una de esas personas era un guía de Mandu, con el que tuve varias conversaciones entre visita y visita que tenía que hacer en autobús con otros turistas que iban a pasar un agitado día en este pueblo.

El autobús que me llevaba a coger el tren de vuelta pinchó en el camino, pero esta vez no perdí el tren de vuelta a casa.

30 de octubre de 2009

No smoking

Un primer acercamiento a Bollywood...


A thousand people stop smoking everyday, by dying.


To do is to be
- Plato-
To be is to do
- Socrates-
Dobe dobe do
- Sinatra-

29 de octubre de 2009

Por cierto, Jaisalmer...

El fuerte


El Palacio


Las calles


Los patios


El sofisticado sistema de cableado público


La moda en tapizados de asientos de moto


Y la fauna típica de la ciudad...

28 de octubre de 2009

De camino...

Lo mejor para viajar en India es hacerlo por la noche. Aunque las distancias no sean muy largas, los viajes siempre lo son. Vayas donde vayas te esperan largas horas de tren o autobús. Así que lo mejor para no perder todo el día en el camino es viajar por la noche y dormir. Aunque esto último no es tan fácil...

Dormir en la litera de un tren-cama no es fácil pero, después de conversaciones surrealistas con personajes para el recuerdo, acabas cayendo (aunque sólo sea un par de horas). Eso sí, lo mejor viene cuando decides viajar en autobús en lugar de coger un tren.

El último viaje que hicimos fue a Jaisalmer y fuimos en autobús. Pero no era un autobús cualquiera sino un sleeper, es decir, un bus con camas. Asientos en un lado y camas al otro, y en la parte de arriba, más camas. Sí, camas individuales o dobles en el autobús.



Te subes al autobús, te metes en tu cabina-cama y que empiece el viaje. Y claro, dormir aquí se convierte en una misión imposible. Parece una feria. Entre los botes, las curvas, el sonido del pito que no para de sonar (los sonidos de las cosas en este país son dignos de una entrada de blog aparte), el niño que vomita y los gritos que anuncian que hay una nueva parada es imposible echar una cabezadita. Te tumbas, miras por la ventana, escuchas música, hablas con medio autobús (que les hace mucha gracia que sepas decir unas frases en gujarati) y pruebas nuevas comidas de la gente que se sienta cerca y ha sido más previsora que tú, que solo llevas unos plátanos. Y muy importante: no beber muchos líquidos, que nunca sabes cuando va a parar para dejarte ir al baño.

Las paradas para ir al baño no son, obviamente, en una estación de servicio con cafetería y una tienda de aperitivos carísimos. El autobús para en algún pueblo con puestecitos de chai (el té con leche que beben sin parar los indios), patatas y frutos secos. Lo del baño... sólo si hay suerte. Y claro, ¿qué haces si no hay baño? Intentas buscar un rinconcito sin gente... imposible. Así que preguntas hasta que alguien te deja pasar al suyo. Sales del baño y cuando vas a agradecerle al chico que te haya dejado pasar, te das cuenta de que estás en un cine. Pero no en la entrada de un cine, sino en la sala desde donde se proyectan las películas.


Esto nunca pasa en una estación de servicio...

Lo más increíble de todo... ¡al final acabas durmiendo!

19 de octubre de 2009

Planes, planes...

Después de dos días cambiando los planes cada media hora, pensando que íbamos a la playa, luego a un templo en la montaña o que no íbamos a ningún sitio, llegamos al Templo del Sol. Es un sitio de esos que ves en las fotos y dices “tengo que ir”. Bueno, por lo menos eso me pareció a mi cuando lo vi hace unos meses.

Y allí estábamos. Andando, corriendo y haciendo carreras para ver quien lo bajaba más rápido. Alucinando con el sitio y con las situaciones con las que te puedes encontrar en este país cada día, sobre todo si eres extranjero. Mientras tú haces fotos para intentar llevarte dentro de tu cámara todo lo que estas viendo, un grupo de gente te hace fotos a ti y te rodea cual mono en un zoológico porque les resultas tan raro que no pueden dejar de mirarte con esos ojos de extrañeza y comentar cada uno de tus movimientos… ¡increíble!

Y nuevos planes surgen por el camino: por la tarde cogemos un tren y nos vamos a la playa. Pero cuando llegamos a la estación de tren de Ahmedabad vuelven a cambiar los planes…

Parece que no nos vamos… Pero siempre podemos acabar el día comiendo pollo tandori (hasta que nos abrase la boca de tanto picante) y esperando el año nuevo. Happy New Year 2066!