27 de febrero de 2010

Increíble Camboya

Templos de Angkor...







...y un árbol saltando el muro

25 de febrero de 2010

La aldea flotante

Después de tres horas de autobús desde la capital, una hora en moto-taxi por una carretera "principal" y otro rato por un camino de tierra que parecía que llegaba al fin del mundo... llegué a mi destino: Kompong Luong. Es un sitio que podría parecer de lo más normal (en Camboya, claro) si digo que es una aldea con sus casas, su gente, su mercado, sus tiendas, sus bares, etc.

Pero hay un pequeño detalle que hace que este pueblecito sea especial y es que... ¡todo flota!

Las casas flotan...


La tienda de móviles (y de todo un poco) flota...


La gasolinera flota...


Así van los niños al cole...


Y lo mejor de todo: si vives aquí y te quieres mudar a otra parte del pueblo, nada de complicaciones. No hay que poner en venta la casa, comprar otra nueva, empaquetar todo en mil cajas, hacer la mudanza... Porque si te quieres ir a otro sitio es tan fácil como coger una cuerda, atar tu casa a una barquita y volverla a poner donde te apetezca.

22 de febrero de 2010

No life

No religious rituals.
No religious symbols.
No fortune tellers.
No traditional healers.
No paying respect to elders.
No social status. No titles.

No education. No training.
No school. No learning.
No books. No library.
No science. No technology.
No pens. No paper.

No currency. No bartering.
No buying. No selling.
No begging. No giving.
No purses. No wallets.

No human rights. No liberty.
No courts. No judges.
No laws. No attorneys.

No communications.
No public transportation.
No private transportation.
No travelling. No mailing.
No inviting. No visiting.
No faxes. No telephones.

No social gatherings.
No chitchatting.
No jokes. No laughter.
No music. No dancing.

No romance. No flirting.
No fornication. No dating.
No wet dreaming.
No masturbating.
No naked sleepers.
No bathers.
No nakedness in showers.
No love songs. No love letters.
No affection.

No marrying. No divorcing.
No martial conflicts. No fighting.
No profanity. No cursing.

No shoes. No sandals.
No toothbrushes. No razors.
No combs. No mirrors.
No lotion. No make up.
No long hair. No braids.
No jewelry.
No soap. No detergent. No shampoo.
No knitting. No embroidering.
No colored clothes, except black.
No styles, except pajamas.
No wine. No palm sap hooch.
No lighters. No cigarettes.
No morning coffee. No afternoon tea.
No snacks. No desserts.
No breakfast [sometimes no dinner].

No mercy. No forgiveness.
No regret. No remorse.
No second chances. No excuses.
No complaints. No grievances.
No help. No favors.
No eyeglasses. No dental treatment.
No vaccines. No medicines.
No hospitals. No doctors.
No disabilities. No social diseases.
No tuberculosis. No leprosy.

No kites. No marbels. No rubber bands.
No cookies. No popsicle. No candy.
No playing. No toys.
No lullabies.
No rest. No vacations.
No holidays. No weekends.
No games. No sports.
No staying up late.
No newspapers.

No radio. No TV.
No drawing. No painting.
No pets. No pictures.
No electricity. No lamp oil.
No clocks. No watches.

No hope. No life.
A third of the people didn´t survive.
The regime died.

- Sarith Pou -
Museo del Genocidio de Tuol Sleng (Phnom Penh)

20 de febrero de 2010

La pesadilla de Camboya

Y desde el sur de Laos crucé a Camboya, con un aspecto más pobre que el país vecino, pero con un paisaje igual o más bonito. Eso sí, el cambio se nota nada más cruzar la frontera y avanzar unos metros con el autobús... ¡Hay tramos de la carretera principal del país que siguen siendo de tierra! Hicieron falta unas cuantas horas para llegar a Phnom Penh, la capital, pero los viajes no se hacen tan largos cuando al otro lado de la ventanilla se pueden ver paisajes alucinantes.

Antes de llegar, la parada de rigor en una de las "estaciones de servicio", que se están convirtiendo en un tema recurrente en este blog, pero es que no tienen desperdicio allá donde voy... Al bajar del autobús el hambre que tenía, después de unas horas de viaje, desapareció de repente al ver el suculento puesto de comida. El menu: saltamontes fritos.

Y ya en Phnom Penh, es inevitable darse cuenta del trauma que siguen teniendo los habitantes de este país debido al horror que vivieron en un pasado no muy lejano. A cada paso se pueden comprar libros o películas que siempre contienen las mismas palabras: Khmer Rojo y Pol Pot. Y es que hace poco más treinta años que tuvo lugar la pesadilla...

El Khmer Rojo, grupo guerrillero que dominó Camboya de forma totalitaria y sanguinaria durante casi cuatro años (hasta 1979), destruyó el país, vació ciudades y pueblos; suspendió los colegios, la propiedad privada, las leyes y las cortes; prohibió las prácticas religiosas; envió a la población a trabajar forzosamente al campo; separó familias; cometió todo tipo de atrocidades y sembró el miedo entre la población; torturó y asesinó a profesores, doctores, religiosos y, en suma, a cualquiera que percibiera como un enemigo.

Este terrible genocidio en Camboya, a manos de Pol Pot y los suyos, dejó miles de muertos (un cuarto de la población), miles de refugiados y un trauma difícil de superar, que sigue latente en la memoria de los camboyanos.

Y Pol Pot murió sin ser juzgado...

19 de febrero de 2010

Croissants y baguettes

Nunca imaginé que fuera a encontrarme con calles como esta en Laos...


... pero este país no puede esconder su pasado como colonia francesa. Obviamente las ciudades no son como París pero tienen un toque afrancesado que llama bastante la atención en un país asiático. En Vientiane, la capital de Laos, hay un arco del triunfo y refinadas cafeterías, se pueden comer baguettes y hasta se ve a gente jugando a la petanca.

Pero los croissants no llegan a todos los rincones del país. Al sur de Laos hay un conjunto de islas en el río Mekong llamadas Las 4.000 islas. Aquí no sólo no ha llegado el toque afrancesado, tampoco han llegado los coches, ni los ladrillos... y tan sólo hace unos meses dejaron de usar generadores para tener luz.

Y la verdad es que da gusto perderse unos días por las "calles" de las isla...


... dormir en sus "hoteles"...


... hasta que vienen a buscarte para volver a la civilización...

17 de febrero de 2010

Otra frontera y... Laos

Y dejamos atrás Tailandia... No sin antes hacerle una visita al cinematográfico puente sobre el río Kwai...


Próximo destino: Laos.
Y los pasos a seguir para llegar a este país son los siguientes:
1. Llegar hasta un pueblo fronterizo. En este caso, Chiang Kong.
2. Encontrar la pequeña oficina tailandesa donde te estampan un sello que quiere decir que sales del país.
3. Dirigirte a la orilla del Río Mekong, donde esperan las barcas que cruzan el río.
4. Meter los pies en el barro (casi hasta la rodilla).
5. Subirte como puedas en una de las barcas.
6. Cruzar el río...
7. Bienvenido a Laos.


Y desde aquí, dos días navegando por el Mekong hasta llegar al próximo destino.


En las orillas del río, plagadas de vegetación y algunas playas de arena blanca, se pueden ver de vez en cuando cabañas de madera donde viven algunas familias totalmente aisladas del mundo. Pequeños pueblos donde no llega la luz, cuyos habitantes se dedican a la pesca y se mueven de aldea en aldea gracias a pequeños barquitos y un par de remos.


Lo mejor del viaje: ver cómo una niña alemana, rubia y de ojos azules, y un niño de Laos, hijo del capitán del barco, se hacen amigos y comparten sus galletas sin dejar de gritar, probablemente eufóricos por descubrir a un niño/a tan diferente. Pero en el fondo no son tan distintos... Después de un rato gritándose y riéndose, cansados, se sientan encima de sus respectivas madres y miran a sus papás con la misma cara de aburridos, seguramente pensando "¿y cuándo llegamos?".


15 de febrero de 2010

Festival de las flores

Un fin de semana en el Festival de las flores de Chiang Mai, al norte de Tailandia, da para mucho....

Para dar un paseo por los parques llenos de flores...


Para ver un desfile de lo más variopinto...



En el que, además de tailandesas guapísimas con trajes de todo tipo, se puede ver a machotes tailandeses que andan orgullosos con su traje de abejorro entre tantas flores...


Y, por supuesto, las reinas del festival...


... que salieron en su carroza tras la elección de Miss Festival de las flores, que se celebró la noche anterior. Por cierto, si alguien pensaba que no había nada más hortera que Miss España que sepa que sí, que hay algo que lo supera... Chicas guapísimas con trajes de princesa (de todos los colores y sin espacio para más brillantes) y unos moños que llegaban hasta el cielo. Si hay una Barbie tailandesa tiene que ser parecida...

Y, como no, en este festival no podían faltar millones de puestos de comida. Cada vez voy descubriendo más cosas, pero todavía no me atrevo con otras...


Pero estos tailandeses son de lo más atento y, por si lo echaba de menos, ahí estaba el típico puesto de feria con algo que me resultaba más familiar...

7 de febrero de 2010

¡Consuma, consuma, consuma!

Después de unos días en Tailandia he llegado a la conclusión de que sus habitantes tienen una especie de vocecilla interior que les anima a comprar, lo que sea, a todas horas...

Unos días en la gran ciudad, repleta de centros comerciales, anuncios por todas partes, puestos en la calle, gente vestida a la última moda y con las últimas tecnologías en sus bolsillos, habían servido para sospechar algo de esto pero mi teoría se confirmo durante una noche de viaje en autobús...

Normalmente, ya sea en India o en España (con sus obvias diferencias), cuando un autobús de largo recorrido hace una parada, los pasos básicos son los siguientes: una visita al baño, beber o comer algo, fumarse un cigarrillo y, si es necesario, comprar algunas patatas o galletas para el resto del viaje. Parecía que esto era universal...

Y cual fue mi sorpresa cuando paré en una estación de servicio tailandesa... Primero pensé que era un supermercado y no entendía muy bien qué hacíamos allí. Salí directa al baño, para empezar con el ritual, y cuando salí no podía creer lo que veía: todos mis compañeros de autobús paseaban con cestitas de supermercado entre decenas de estanterías repletas de comida envasada (no reconocí ni una cosa, pero era comida). Ni un pequeño bar para tomarse un café, sólo había tiempo para las compras.

Así pasaron todo el rato hasta que volvieron a subir al autobús, casi todos con dos o tres bolsas de plástico llenas hasta arriba. Yo volví a mi asiento deseando que eso fuera la compra para toda la semana porque si era el picoteo para el viaje nos debían de quedar, como mínimo, siete días para llegar a nuestro destino... Pero no, llegamos en unas horas, así que se confirmó la teoría: tienen una vocecilla dentro de sus cabezas que les obliga a comprar sin descanso...

6 de febrero de 2010

A las seis de la tarde...

Seis de la tarde en la estación de trenes de Bangkok, cuando de repente...

Unos silbatos empiezan a sonar por toda la estación como si pasara algo horrible y hubiera que salir de allí enseguida. Mi primer pensamiento: "lo que me faltaba, ahora un incendio y no puedo coger el tren". Todo el mundo se levanta de sus asientos y yo, luchando con mi mochila, que se resiste a subir a mis hombros, observo como nadie se mueve del sitio... ¡Se levantan pero ahí se quedan! ¿Pero qué les pasa a estos tailandeses? La estación se paraliza, nadie se mueve, nadie habla, nadie corre por los pasillos para coger el tren... Y, entonces, empieza una música que retumba por toda la estación, las pantallas muestran la bandera de Tailandia y, como no, la foto del Rey (que sé quién es porque en la calle, cada veinte metros, hay carteles gigantes con su cara, sin exagerar...).

Después de dos minutos la música termina, la estación vuelve a la vida, pero yo sigo un par de minutos más alucinando...

La hora del himno... ¡mira que no saberlo!

3 de febrero de 2010

Cuidado en el paraíso


Playas de arena blanca, tan blanca que parece que andas sobre polvos de talco, aguas transparentes y acantilados que se mezclan con la verde selva. Así debe ser el paraíso... Unas playas de película. De hecho, por una de ellas (Maya Bay) paseaba Leonardo Dicaprio durante el rodaje de La playa.

Pero las islas de Ko Phi Phi, al suroeste de Tailandia, también fueron un infierno en diciembre de 2004 cuando un terrible tsunami, con olas de hasta diez metros, destrozó gran parte de las islas. Ahora todo está como antes y nadie se acuerda de lo que pasó hace unos años, a menos que pase por delante de las nuevas señales que decoran las islas y que advierten a los turistas de lo que tienen que hacer en caso de que vuelva a repetirse el desastre...