30 de septiembre de 2009

Historia de una casa

Los mapas ofrecen una idea general de la situación pero mucho más fácil es entender lo que pasa a través de historias concretas, como la de Salim, el padre de la familia que nos acogía en su casa durante nuestros días en Anata.

Salim es un palestino que estudió arquitectura y se fue a trabajar fuera del país. Cuando volvió se encontró con su casa ocupada. Se casó con Arabiya y compró un terreno en Anata, cerca de su familia. Hasta aquí todo bien pero ahora llega el momento de conseguir un permiso de construcción… toda una odisea. Los permisos de construcción los otorga el gobierno israelí, por lo que es imposible conseguirlo si eres palestino. Salim lo intentó desde 1990 hasta 1994 sin éxito. Primero le dijeron que la casa quedaría fuera del pueblo, según el plan urbano. Como pudimos observar cuando estábamos allí, no existe ningún tipo de planificación urbana en Anata. La segunda vez que lo pidió le dijeron que era zona agrícola y no podía construir allí, en su terreno. La verdad es que cuando Salim nos contaba esto se escapó más de una risa… si Israel considera zona agrícola un descampado de piedras y cardos, sí, es zona agrícola. La tercera vez le denegaron el permiso porque el terreno estaba en cuesta. No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que en Jerusalem y muchas más zonas allí sólo hay cuestas y se construye. Se lo volvieron a denegar más veces porque le faltaban unas firmas, las que fueran, o le decían que habían perdido la documentación que había entregado, etc. El caso era no dárselo.

¿Y si no tienen permiso de construcción qué hacen? Por mucho que lo intenten, el gobierno israelí va a poner todo tipo de trabas y excusas para que no construyan en sus propios terrenos. Y al denegarles el permiso, una vez tras otra, les empujan a construir casas que, a ojos del gobierno israelí, son ilegales. Y como son ilegales, las pueden demoler.

Salim, tras cuatro años intentando obtener el permiso, empezó a construir su casa. En julio de 1998 la demolieron. Estaba en casa con su mujer y cinco de sus hijos. Escuchó un grito. En pocos segundos se dio cuenta de que su casa estaba rodeada de soldados, que le dijeron que tenían 15 minutos para salir y sacar sus pertenencias porque la iban a tirar. Le pegaron, le arrestaron y le sacaron de la casa. Arabiya estaba dentro con sus hijos. Los soldados rompieron las ventanas y tiraron dentro gases lacrimógenos para que salieran. Arabiya acabó en el hospital. La Cruz Roja puso una tienda de campaña al lado de la casa y allí vivían. El ICAHD y otros voluntarios y vecinos ayudaron a reconstruir la casa hasta el día en que la terminaron. Al día siguiente, salieron de la tienda de campaña y se encontraron a los soldados apuntándoles. La volvieron a tirar.

Empezaron a construir por tercera vez. Acabaron en julio de 1999. Nadie vino a demolerla y , mientras terminaban los últimos retoques, siguieron viviendo en la tienda de campaña. Parecía que no la iban a tirar otra vez y volvieron a vivir a su casa. Sólo durmieron allí un día. El segundo día se despertaron con dos bulldozers en la puerta: uno para la casa y otro para los cimientos, por si acaso.

Construyeron la casa una cuarta vez y la volvieron a demoler. La quinta vez se reconstruyó la casa como un centro para la paz. Empezaron a reconstruirla con voluntarios en un campamento de verano. La casa se terminó y la llamaron Beit Arabiya. Sería la base para la reconstrucción de otras 162 casas demolidas. Este verano fue nuestra casa y, colaborando con el ICAHD, sumamos dos casas más a esa lista de casas reconstruidas. Beit Arabiya tiene una quinta orden de demolición.

Los derechos humanos de Salim y su familia han sido violados una vez tras otra, como los de miles de familias que han visto cómo sus casas eran demolidas en unos minutos. Esto conlleva tanto daños físicos como psicológicos a padres, madres y niños. Muchas familias, lo único que tienen tras años de ahorro para ello, es una casa y, de la noche a la mañana, se quedan sin NADA.

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Mi hija tenía mucho miedo y yo le dije que no se preocupara, que yo estaba allí con ella. Ella me contestó: “He visto como te esposaban y pegaban. Tu no me puedes proteger”. Si yo, que soy su padre, no la puede proteger, ¿quién lo va a hacer?

Fotos: ICAHD

29 de septiembre de 2009

Y cada día un poco menos

Para entender mejor cómo ha ido evolucionando el territorio a lo largo de los años sólo hacen falta unos cuantos mapas.

Este es el plan de partición que realizó las Naciones Unidas en 1947. La zona gris es palestina y la blanca, israelí. Los judíos eran un tercio de la población y poseían sólo el 6% de la tierra. Recibieron el 55%. Los palestinos rechazaron el plan.

Tras acabar la guerra de 1948, Israel controlaba el 78% del territorio, incluida la mitad de la tierra que la ONU había adjudicado a los palestinos.

Resultado: Pueblos destrozados y miles de refugiados. Pero para Israel no era suficiente ese 78%... En 1967 ocupó Gaza, Jerusalem Este y el West Bank. Desde entonces, en los territorios palestinos ocupados, además de los ataques militares a centros de población civil y leyes que favorecen la ocupación, existe toda una estructura sobre el terreno que hace visible la ocupación a cada paso: expropiación masiva de tierras palestinas, establecimiento de asentamientos, desconexión de los territorios ocupados, carreteras exclusivamente para colonos, muro, estrangulamiento económico, check points y controles...

El 22% del territorio palestino ocupado está dividido en Gaza y el West Bank o Cisjordania, como lo conocemos aquí. Lo que se ve en el mapa es el West Bank. Está dividido en tres zonas: zona A (bajo control palestino), zona B (bajo control palestino –civil- e israelí –militar-) y zona C (bajo control israelí).

Las zonas pintadas del marrón más oscuro son las zonas con construcciones palestinas, el marrón claro tiñe las zonas bajo control palestino (zona A), el amarillo las zonas en las que se comparte el control (zona B) y todo el territorio de color blanco es zona C, bajo control israelí. Las manchas azules son asentamientos israelíes y los triángulos rojos, check points fijos.

Pero la ocupación no acaba aquí…

La zona roja son bloques israelíes unidos por asentamientos. Y para los colonos de esos asentamientos, se han construido carreteras exclusivas que los unen entre ellos y con Israel.

Y por si fuera poco, Israel ha construido y sigue construyendo, día tras día, un muro que no sólo rodea el territorio sino que se adentra en él, en ocasiones hasta 22 km dentro del territorio ocupado, dejando fuera casas y recursos naturales. El 86% del muro está construido en territorio palestino.

La línea verde es la que se creó en 1949 tras la guerra y la línea negra que serpentea por dentro es el muro (en la zona de la derecha es exagerada la intromisión). Las zonas en las que esta línea parpadea son tramos de muro en construcción.

De ese 22% de territorio palestino que quedó tras la guerra del 48, los palestinos, como se puede ver en los mapas, no controlan prácticamente nada. Es vergonzoso que la comunidad internacional trate por igual a las dos partes a la hora de negociar. Israel no sólo no se conforma con ese 78% del territorio conseguido tras la guerra del 48, sino que ha ocupado el 22% que no era suyo y va empujando, encerrando y maltratando al pueblo palestino que vive allí.

Mapas: PalMap-GSE

Cuando no pasa nada

Este blog empieza a caminar. Y comienza con un viaje por Palestina. La verdad es que son demasiadas cosas para describir con unas cuantas palabras, pero lo intentaré para que quien lo lea se haga una idea de lo que pasa allí. Todo el mundo ha escuchado mil veces noticias sobre el conflicto israelí-palestino, pero casi siempre nos llegan noticias sobre políticos que se reúnen para llegar a acuerdos que nunca se cumplen o sobre un bombardeo del ejército israelí “para acabar con el terrorismo”. Parece que eso es todo, que desde el último bombardeo a Gaza en diciembre-enero todo está más o menos tranquilo, pero al estar sobre el terreno te das cuenta de todo lo que pasa cuando “no pasa nada”.

Quince días no son muchos pero sí suficientes para ver la dura situación que vive día a día el pueblo palestino. Un grupo de jóvenes viajamos allí para colaborar con una organización israelí, ICAHD (Israeli Committee Against House Demolitions), en la reconstrucción de casas palestinas demolidas por el gobierno israelí. No sé muy bien por donde comenzar a contar lo que vivimos durante dos semanas, así que empezaré por nuestras primeras horas allí. Aterrizamos en el aeropuerto de Tel Aviv por la tarde y cogimos un autobús para llegar a Jerusalem para cenar. Todo parecía normal: un aeropuerto como cualquier otro (aunque con algo más de control), carreteras como las que estamos acostumbrados a ver en España, una cena en un barrio tranquilo… Todo lo que nos habían contado antes de llegar parecía sin duda exagerado. Terminamos de cenar y volvimos a subirnos al autobús para ir a Anata, una localidad pegada a Jerusalem y donde nos alojaríamos durante nuestra estancia con el ICAHD. En ese momento nos dimos cuenta de que no todo era tan normal. Para entrar en Anata pasamos por lo que aquí podría parecer un peaje, eso sí, lleno de militares: un check point. Entramos en territorio palestino y todo cambió de repente, en unos cuantos metros. La carretera desapareció para convertirse en una calle estrecha de la que salían otras calles sin asfaltar y donde la basura se acumulaba en montañas a los lados de la calle. Cuando dejamos la calle principal no pudimos ver mucho más porque no había luz y era de noche, así que bajamos del autobús y llegamos por un caminito hasta Beit Arabiya, nuestra nueva casa, sin saber muy bien qué teníamos alrededor. A la mañana siguiente vimos el paisaje desolador que nos rodeaba: un descampado con escombros, basura y el muro.

Y mientras nos dábamos cuenta de dónde estábamos nos llegaron las primeras noticias del día. La primera: ayer un ultraderechista israelí mató a tres personas e hirió a quince en una asociación de homosexuales en Tel Aviv. La segunda: esa misma mañana el ejército israelí había ocupado dos casas en el barrio palestino de Jerusalem Sheikh Jarrah. Eran casas donde vivían familias palestinas y que pertenecían a judíos en 1929. Siempre hay algún tipo de pretexto para aparentar que son ocupaciones legales, bajo sentencia judicial. Pero si se devuelven estas casas porque pertenecían a judíos en 1929 deberían devolverse todas las que pertenecían en ese año a los palestinos, algo que no va a ocurrir. La ley no es para todos igual. Minutos después nos llegó otra noticia: 21 internacionales habían sido detenidos mientras protestaban contra las ocupaciones. No se andan con tonterías.

Sólo llevábamos allí unas horas y ya nos habíamos dado un par de bofetadas con la realidad. La tercera vino con el paseo que dimos por Anata. Calles sucias, pequeñas tiendas, coches, gente que nos sonreía al pasar… y en un momento del paseo nos subimos al tejado de una casa en construcción. Unas vistas increíbles.

A la derecha un asentamiento israelí, a la izquierda un barrio palestino y, en el centro, el muro. Las diferencias son evidentes y el muro impresionante. Esto es lo que hay. Bienvenidos.