29 de septiembre de 2009

Cuando no pasa nada

Este blog empieza a caminar. Y comienza con un viaje por Palestina. La verdad es que son demasiadas cosas para describir con unas cuantas palabras, pero lo intentaré para que quien lo lea se haga una idea de lo que pasa allí. Todo el mundo ha escuchado mil veces noticias sobre el conflicto israelí-palestino, pero casi siempre nos llegan noticias sobre políticos que se reúnen para llegar a acuerdos que nunca se cumplen o sobre un bombardeo del ejército israelí “para acabar con el terrorismo”. Parece que eso es todo, que desde el último bombardeo a Gaza en diciembre-enero todo está más o menos tranquilo, pero al estar sobre el terreno te das cuenta de todo lo que pasa cuando “no pasa nada”.

Quince días no son muchos pero sí suficientes para ver la dura situación que vive día a día el pueblo palestino. Un grupo de jóvenes viajamos allí para colaborar con una organización israelí, ICAHD (Israeli Committee Against House Demolitions), en la reconstrucción de casas palestinas demolidas por el gobierno israelí. No sé muy bien por donde comenzar a contar lo que vivimos durante dos semanas, así que empezaré por nuestras primeras horas allí. Aterrizamos en el aeropuerto de Tel Aviv por la tarde y cogimos un autobús para llegar a Jerusalem para cenar. Todo parecía normal: un aeropuerto como cualquier otro (aunque con algo más de control), carreteras como las que estamos acostumbrados a ver en España, una cena en un barrio tranquilo… Todo lo que nos habían contado antes de llegar parecía sin duda exagerado. Terminamos de cenar y volvimos a subirnos al autobús para ir a Anata, una localidad pegada a Jerusalem y donde nos alojaríamos durante nuestra estancia con el ICAHD. En ese momento nos dimos cuenta de que no todo era tan normal. Para entrar en Anata pasamos por lo que aquí podría parecer un peaje, eso sí, lleno de militares: un check point. Entramos en territorio palestino y todo cambió de repente, en unos cuantos metros. La carretera desapareció para convertirse en una calle estrecha de la que salían otras calles sin asfaltar y donde la basura se acumulaba en montañas a los lados de la calle. Cuando dejamos la calle principal no pudimos ver mucho más porque no había luz y era de noche, así que bajamos del autobús y llegamos por un caminito hasta Beit Arabiya, nuestra nueva casa, sin saber muy bien qué teníamos alrededor. A la mañana siguiente vimos el paisaje desolador que nos rodeaba: un descampado con escombros, basura y el muro.

Y mientras nos dábamos cuenta de dónde estábamos nos llegaron las primeras noticias del día. La primera: ayer un ultraderechista israelí mató a tres personas e hirió a quince en una asociación de homosexuales en Tel Aviv. La segunda: esa misma mañana el ejército israelí había ocupado dos casas en el barrio palestino de Jerusalem Sheikh Jarrah. Eran casas donde vivían familias palestinas y que pertenecían a judíos en 1929. Siempre hay algún tipo de pretexto para aparentar que son ocupaciones legales, bajo sentencia judicial. Pero si se devuelven estas casas porque pertenecían a judíos en 1929 deberían devolverse todas las que pertenecían en ese año a los palestinos, algo que no va a ocurrir. La ley no es para todos igual. Minutos después nos llegó otra noticia: 21 internacionales habían sido detenidos mientras protestaban contra las ocupaciones. No se andan con tonterías.

Sólo llevábamos allí unas horas y ya nos habíamos dado un par de bofetadas con la realidad. La tercera vino con el paseo que dimos por Anata. Calles sucias, pequeñas tiendas, coches, gente que nos sonreía al pasar… y en un momento del paseo nos subimos al tejado de una casa en construcción. Unas vistas increíbles.

A la derecha un asentamiento israelí, a la izquierda un barrio palestino y, en el centro, el muro. Las diferencias son evidentes y el muro impresionante. Esto es lo que hay. Bienvenidos.

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