4 de noviembre de 2010

Que viene, que viene, ps ps

Oh!
¡Qué bien que viene el señor Papa a Barcelona el domingo!
¡Qué alegría!
¡Qué alboroto!
¡Qué suerte la mía por vivir al lado de la Sagrada Familia!
¡Qué suerte que podré escuchar una misa desde la cama!
¡Oh, si!
¡Qué suerte que llevo unas semanas vigilada por cámaras en cada rincón!


¡hasta en mi propia terraza!


¡Qué suerte que llevan unas semanas levantando todas las alcantarillas del barrio!


¡Qué suerte que tengo que salir antes de casa para ir a cualquier lado porque entre tanta valla, escenario y pantallas no puedo andar!


Oh! ¡Gracias señor Papa por venir! ¡Qué haríamos sin su valiosa presencia!


26 de octubre de 2010

Desde lo alto...

16 de septiembre de 2010

1, 2, probando... Sí, ¡vuelve a funcionar!

Sí, sí, que ya volví... Y algún día había que retomar este blog, un poco triste y solitario desde hace cuatro meses. Escribir una entrada al volver a Madrid hubiera sido lo suyo pero hubiera estado llena de recuerdos, historias y personas que nadie entendería y, seguramente, bastante melancólica. Así que mejor dejar un tiempo y reubicarme para escribir algo...
... y esto se convirtió en vaguería.

La pregunta del millón: "¿ahora se te hará rarísimo estar aquí, no?" Pues la verdad es que no. Diferente a India, por supuesto, pero lo raro sería que, después de veintitantos años viviendo aquí, volviera después de unos meses y no entendiera nada. Las calles al principio me parecían un poco sosas sin todas esas personas, animales, colores, medios de transporte tan variados... Y los pitidos. Qué tranquilidad salir a la calle, nunca me había parecido tan silenciosa. Me encantó volver a un bar y pedir una cerveza, y otra, y otra. Así, tan fácil, sin permisos, en la calle, cuando todo el mundo puede verte. Y entender las conversaciones de la gente de al lado... Y más me gustó ese "calor sofocante" que salía en las noticias. Todo el mundo intentaba resguardarse en la sombra y para mí era el paraíso estar al sol, a 15 grados menos que la semana anterior. Podría seguir jugando a esto de "encuentre las mil millones de diferencias " entre Ahmedabad y Madrid pero me llevaría un larguísimo rato.

La llegada a España no supuso un gran shock gracias a que unas horas antes había hecho escala en otro lugar para ir acostumbrándome a gente menos morena o, mejor dicho, pálida. Bienvenida al mundo occidental, y sin anestesia: el aeropuerto de Londres. Toma. Antes de montarme en el avión estaba rodeada de gente vestida de mil colores, sentada en círculo y comiendo de un tupper, hablando, gritando... En el refinado aeropuerto de Heathrow sólo veía robots vestidos de traje oscuro, solos, hablando por el móvil o escribiendo en su portátil. Puede parecer exagerado pero tener delante estas dos imágenes en menos de diez horas, impacta.

Desde ese momento en el aeropuerto ya han pasado más de tres meses que han dado para mucho. De este a oeste, de norte a sur, pasando siempre por ese campamento base que tanto me gusta, Madrid. Eso sí, antes de todo este recorrido ya me había enterado bien de donde estaba, que ya había vuelto. No gracias al jamón (que también ayudó) sino a la noticia que paralizó el país más de un día... ¿la reforma laboral? ¿la crisis? No, la selección ganó el mundial (waka waka eh eh).

Y hablando de crisis... Cuando me fui ya era noticia así que no ha sido nada nuevo. Claro que después de vivir unos meses en India las palabras "crisis económica" no tienen el mismo significado que cuando me fui. Lo que sí es nuevo es que ahora en la tele hay un pesado que no para de preguntarme si soy ahorradora o no soy ahorradora. Can-si-no.

Y lo más importante: volver a ver las caras de siempre, que se echaban de menos. Eso sí, mucho más guapos, más morenos, más delgados y más jóvenes (si no digo esto me sé de uno que no me invita a más vinos...)

Retomamos blog...


22 de mayo de 2010

Ay, qué caló!

Síntomas de que usted está a más de 47 grados:

- Necesita beber más de diez litros de agua al día para sobrevivir.
- Siente que no puede salir a la calle porque se va a derretir.
- Siente calor incluso a las 6 de la mañana.
- Necesita ducharse cada cinco minutos pero...
- El agua "fría" de la ducha sale ardiendo, tanto que no puede estar más de dos segundos debajo.
- Las gafas de sol son un utensilio imprescindible para que no se le derritan los ojos, incluso si usted no había utilizado gafas de sol en su vida.
- Siente que le arde la cara cuando va en una moto o rikshaw, que se le van a caer los ojos y a deformar la cara. Siente una sensación similar a meter la cabeza en un horno.
- Los platos se acumulan en la pila porque no puede lavarlos con un agua tan caliente.
- Cuando una moto pasa a su lado, a un centímetro de atropellarle, no se enfada y se acuerda de toda la familia del motorista, sino que casi le da las gracias porque a su paso le ha proporcionado una pequeña ola de aire.
- Entra en una habitación y todo el mundo se concentra bajo el mismo punto: el ventilador.
- Rápidamente, necesita unirse a ellos.
- Ve que los termómetros, recalentados por el sol, marcan más de 50 grados.
- Puede que le salgan calenturas en la boca o erupciones alrededor del cuello.
- A veces se mueve arrastrándose cual serpiente porque el sol se está comiendo su energía y no puede dar ni un paso.
- Necesita ir a centros comerciales. No para ir de compras sino porque necesita refugiarse en un lugar con aire acondicionado solo un ratito...
- Cuando vuelve a salir a la calle cree que está en algo parecido al infierno.
- Pasar una resaca es una experiencia... inolvidable.
- Cree que después de esto un agosto en Madrid es primavera.
- Tiembla cada vez que alguien le dice "mañana suben las temperaturas".
- Su habitación está siempre llena de gente porque es la más fresquita de la casa.
- Siente que deberían darle un premio por seguir vivo cuando en las noticias dicen que se están batiendo records de calor en los últimos cincuenta años.....

10 de mayo de 2010

Gali Gali Sim Sim

Esto es lo que pasa cuando se proyecta Barrio Sésamo en medio de un slum...


... que aparecen chavales de todos los rincones para ver a la versión india de Espinete.

8 de mayo de 2010

Cosas bonitas...

... que uno se encuentra mientras graba en los slums...











6 de mayo de 2010

Grabaciones...


... a unos 47 grados...

29 de abril de 2010

Los hilos que dan vida

Había una vez un carpintero que se dedicaba a tallar figuras de madera en su pequeño taller. Figuras de bonitas mujeres, figuras de músicos, de bailarines... Un buen día, Shiva se presentó en el taller y, al ver las figuras, le pidió a su mujer Parvati: "Dale un poco de alma a esta bonita figura, que quiero verla bailar". Parvati lo hizo y la figura de madera comenzó a bailar. Bailó y bailó hasta que, de repente, se cayó al suelo, sin vida. El triste carpintero miró a Parvati y le dijo: "Por favor, dale un poco más de alma, que me gusta verla bailar". Shiva miró al carpintero y le dijo: "No, esta figura es de tu creación y es tu responsabilidad darle vida".

Pasaron los días y el carpintero no consiguió que su figura se moviera, seguía tendida en el suelo sin vida. Un día, al ver que no podía hacer bailar a su figura, se desesperó y comenzó a arrancarle brazos, piernas, cabeza... La destrozó. Pasó mucho tiempo hasta que un día el carpintero volvió a ver la figura destrozada y decidió reconstruirla. Volvió a ponerle un brazo con un poco de hilo, otro brazo, más hilos para atar las piernas, la cabeza... Y, de repente, se dio cuenta de que la figura movía cada parte de su cuerpo, sus brazos se balanceaban, sus piernas también. Le había dado vida.

Y así nacieron las marionetas.......



Es la historia que cuenta Mahipat Kavi, un señor de 80 años que lleva más de media vida haciendo bailar a su segunda familia: decenas de marionetas. Su otra familia, la de carne y hueso, también se dedica al arte de las marionetas. Unos cosen trajes de colores y pequeñas sandalias, otros graban músicas para el espectáculo, otros pintan las caras de los protagonistas y otros mueven los hilos para que las marionetas no dejen nunca de bailar.

23 de abril de 2010

El niño que odiaba las cometas...



Sí, existe... Él es el que las hace...

20 de abril de 2010

Un día de grabación

Salir a grabar un reportaje por los slums de Ahmedabad se convierte cada día en una experiencia inolvidable. Puede pasar de todo durante unas horas de grabación en estos barrios repletos de gente que no está acostumbrada a una cámara. Grabar no es tarea fácil cuando se genera tanta expectación. Millones de niños salen de todos los rincones, la gente se arremolina alrededor de a cámara o simplemente se plantan delante pidiendo que les hagas una foto o que grabes a su hijo un poquito.

Las entrevistas son geniales. De repente, alguien se interesa por la opinión de la señora que vende tomates o el señor de la tienda de tabaco. Y ellos encantados. Contestan a las preguntas con una sinceridad aplastante, protestando o enfadándose si tienen que hacerlo. Es su oportunidad de ser escuchados, nunca nadie viene aquí a preguntarles por sus problemas.

Una chica extranjera por aquí también genera bastante revuelo pero tampoco mucho más que el resto de compañeros. Ellos viven también en diferentes slums de la ciudad pero cuando salen a grabar se convierten en pequeñas estrellas, son "los de la tele". Eso sí, no son los de una tele cualquiera, sino gente cercana a los vecinos que se preocupa por sus problemas (que también son los suyos). Todo el mundo se acerca a preguntar, a sugerir nuevos temas y a contarles las novedades del barrio.

Después de grabar en un slum hay que ir a otro y a otro y a otro... ¡Será por slums! Así que te montas en la motillo con otras dos personas (y, si es necesario, con otras tres), el trípode, la cámara y demás artilugios. Todo un espectáculos sobre ruedas. Y lo gracioso viene cuando una rueda pincha y te ves con todas las bolsas y mochilas colgando, arrastrando la moto bajo un sol abrasador, a las tres de la tarde, hasta un mecánico. Se cambia la rueda y a por la siguiente historia.

Cada día conocemos a un montón de gente que nos recibe en sus casas con una sonrisa de oreja a oreja. Lo primero al llegar a una casa es siempre lo mismo (e indispensable): agua. Y luego un té. Aquí las prisas no se llevan, así que hay que tomarse un té y charlar un rato antes de empezar. Y un descansito a la sombra cerca de un ventilador siempre viene bien, sobre todo cuando la temperatura es de 47 grados... Sin exagerar.

Pero lo peor no es el calor. Lo más duro de este trabajo es que cada día hay mil historias nuevas, que muchas veces no son muy agradables a pesar de que el humor con el que se toman todo los indios es admirablemente bueno, a veces increíble. Ahora estamos grabando un reportaje sobre trabajo infantil, chavales de 6 a 10 años que trabajan 9 o 10 horas al día por 40 rupias (unos 60 céntimos de euro). Son niños, como pequeños hombrecitos, que trabajan duro cada día por unos miserables céntimos. De hecho, no dejan de trabajar ni mientras hacen la entrevista. Y, claro, no es lo mismo ver un reportaje sobre este tema en la tele, desde el sillón de tu casa, que vivir cada día con estos chavales, ver cómo trabajan, conocer a sus familias y meterte completamente en sus vidas. Después de todo el día con estas historias alrededor hay mucho que pensar por la noche...

La intensidad de un día de grabación aquí no se puede explicar. A veces las lágrimas te saltan de los ojos y otras veces no puedes parar de reír. A veces es fácil grabar y otras es completamente imposible. Suele ser muy divertido pero a veces puede ser desesperante grabar con un montón de gente, la mochila, un calor del infierno y mil niños que hacen todo tipo de cosas ocurrentes delante de la cámara. Y te mueves, y ellos detrás. Y a veces quieres dejar de grabar porque lo ves imposible y porque vas a perder los nervios. Y en un momento así, de repente, alguien te empieza a tirar de la camiseta. Lo que faltaba. Sigues a lo tuyo, pero sigue tirando. Así que miras hacia abajo y te encuentras a una personita de cinco años, con papel y boli en la mano, diciéndote "autograph". Pones cara de idiota y acabas firmando en el papel preguntándote quién se creerá que eres para pedirte un autógrafo (a lo mejor cree que estás haciendo la segunda parte de "Slumdog Millionaire" o algo por el estilo...). Eso sí, ha vuelto a suceder... Hasta en los momentos en los que estás a punto de la desesperación, siempre consiguen sacarte una sonrisa.


9 de abril de 2010

Un paseo en bici por Ahmedabad

Del trabajo a casa...


(La calidad del video no es muy buena pero para que os hagáis una idea de cómo es esta ciudad, nos vale...)

4 de abril de 2010

¿Dónde te lo pongo?

Ya me he acostumbrado a ver gente transportando todo tipo de cosas en carros, bicicletas o camellos. Pero a veces me siguen sorprendiendo...


Si le dais unos días, el señor que transporta el carro con el kilómetro cero, os lo lleva a la Puerta del Sol...

29 de marzo de 2010

Deporte nacional

Si hay algo que verdaderamente apasiona a la mayoría de los indios es el cricket. Aquí muchos no saben quien es Messi (ni les importa), los niños no juegan a fútbol en el colegio y los domingos no hay partido… Al menos, no de fútbol. Ayer era domingo y en vez de ir al Calderón a ver al Atleti me fui al Sadar Patel Gujarat Stadium a ver un Rajasthan Royals Vs. Chennai Super Kings. La verdad es que las veces que había visto un partido de cricket (aquí es imposible evitarlo) me había parecido bastante aburrido, será que soy más de fútbol y no entendía este nuevo juego… Pero ayer las cuatro horas de partido se me pasaron volando (sí, cuatro horas, y eso que era un partido corto).

Después de unos cuantos meses disfruté de la típica tarde de domingo con partido… Eso sí, cambiando los goles por runs, y los fueras de juego y penaltis por overs, balls, run out y demás terminología que por fin entendí.

Y dejando de lado el deporte en sí… Merece la pena ir a un partido de cricket (en India) porque no hay momento para el aburrimiento. El estadio era de lo más moderno, de hecho, más que muchos de los estadios de fútbol en España (cosa que no me esperaba). Con gradas perfectas, muchas luces, pantallas donde repiten las jugadas... Pero siempre queda espacio para ese toque indio, por supuesto.

Cada vez que un equipo hacía algo bien, del techo del estadio salían petardos o fuegos artificiales. Así que, básicamente, cada 5 minutos era una fiesta porque si uno fallaba significaba que el otro ganaba (si es que aquí siempre hay algo que celebrar…). A parte de los petardos, unas animadoras (ni una india) salían a bailar durante un minuto cada vez que su equipo acertaba, a ritmo, como no, de músicas de películas de Bollywood. En el descanso, presentadores de televisión saltaron al campo para entrevistar a las estrellas (la pasión por los jugadores de cricket es parecida a la adoración por las estrellas de Bollywood). Y ellos encantados. Lo de la concentración aquí no se lleva: mientras unos respondían a preguntas de una entrevista otro jugaba con gente del público que concursaba por no-se-qué premio.

Y lo mejor de todo… el marcador. Las super-pantallas que informan de todo lo que pasa en el partido, que ponen las repeticiones, los datos de los jugadores, sus medias y casi hasta su talla de calzoncillo, no han dejado sin trabajo a los señores que trabajaban ahí antes de que llegaran las nuevas tecnologías. El marcador que informa sobre los runs (que entendida me he vuelto) de los jugadores que están bateando en ese momento sigue sin cambiar los números por ordenador…

24 de marzo de 2010

Vagos por obligación


"No está permitido ni jugar, ni correr, ni ningún tipo de ejercicio físico". Así que no les queda otro remedio que relajarse...

18 de marzo de 2010

Con poco dinero y muchas ganas

Con sólo una cámara, dos ordenadores, dos proyectores y muchas ganas se pueden conseguir cosas increíbles. Samvad comenzó hace unos años su andadura y actualmente es toda una institución en los barrios más pobres de Ahmedabad. El equipo de este proyecto está formado por cinco personas que viven en diferentes slums de la ciudad y que, obviamente, no han tenido los medios para estudiar en la universidad de periodismo. A pesar de ello, realizan reportajes mensuales que se proyectan cada día en diferentes barrios de las zonas más pobres de la ciudad.

Cada uno de los reportajes se centra en un tema que interesa a la comunidad y, en veinte minutos, ofrecen información, dejan espacio para las opiniones de la gente, entrevistan a diferentes personajes de interés y dan soluciones que pueden ayudar a los afectados a solucionar el problema. Un medio de comunicación de servicio público mucho más auténtico que el que ofrecen muchos medios que tienen dinero y recursos.

En un medio creado POR y PARA la comunidad, que da voz a las personas que no tienen espacio en los grandes medios, que informa a los habitantes de los superpoblados slums sobre las cuestiones que verdaderamente les afectan, que crea debate y fomenta el diálogo social. En resumen, mantiene informados a los más desfavorecidos para que sepan lo que está pasando a su alrededor, lo cual les da poder para defenderse, para organizarse y para opinar.

Los reportajes no son perfectos y tienen fallos que nunca cometería un estudiante de segundo de carrera, pero el espíritu de los miembros de Samvad es el que creo que todo periodista debería tener y el cual escasea bastante en las facultades de periodismo. Muchos no terminaron sus estudios en el colegio y ninguno ha pisado una universidad pero saben perfectamente lo que quieren, lo que hacen y por qué lo hacen. Y es admirable.

10 de marzo de 2010

De vuelta a casa...

Adiós al sureste asiático, adiós...
a las paradisiacas islas de Tailandia,
a la gente encantadora de la poco turística Camboya,
a las ciudades donde todavía se respira cierto aire francés en Laos,
a los increíbles templos de Angkor,
a las aldeas flotantes,
a los viajes en barco por el Mekong,
al famoso thai boxing,
a los monjes entrando en un 7Eleven en Bangkok,
a las baguettes y la leche condensada en el café (la leche fresca no se lleva mucho...),
a los noodles para desayunar, comer y cenar,
y, por supuesto, al adorado rey de Tailandia, al que no he perdido de vista hasta el último momento, ya que su gigante cara cubre hasta las cristaleras del aeropuerto de Bangkok (acompañada, como no, por un "Long live the king").

Y hola de nuevo a India, hola...
a los pitidos de los coches,
al caos,
a las calles sucias,
al tráfico loco,
al olor a incienso que sale de los templos,
a la mezcla de especias,
a la vida en la calle,
a los saris de colores,
a la gente durmiendo o bañándose en la calle,
al chai a todas horas,
a las sonrisas indias,
a la fascinación por las estrellas de Bollywood,
al cricket,
a los increíbles paisajes,
a los largos viajes en tren,
a los autobuses con cama,
a las vacas, los monos, los búfalos y los camellos,
a los pendientes en la nariz y los puntos rojos en la frente,
a los puestos de comida rebozada,
a los sastres que cosen en la calle,
a la gente que va de un lado a otro con grandes cestos o paquetes sobre su cabeza,
a la espontaneidad y naturalidad de los indios,
y a la mezcla de olores, sabores, colores y sonidos que hacen tan único a este país...


Otra vez aquí...

27 de febrero de 2010

Increíble Camboya

Templos de Angkor...







...y un árbol saltando el muro

25 de febrero de 2010

La aldea flotante

Después de tres horas de autobús desde la capital, una hora en moto-taxi por una carretera "principal" y otro rato por un camino de tierra que parecía que llegaba al fin del mundo... llegué a mi destino: Kompong Luong. Es un sitio que podría parecer de lo más normal (en Camboya, claro) si digo que es una aldea con sus casas, su gente, su mercado, sus tiendas, sus bares, etc.

Pero hay un pequeño detalle que hace que este pueblecito sea especial y es que... ¡todo flota!

Las casas flotan...


La tienda de móviles (y de todo un poco) flota...


La gasolinera flota...


Así van los niños al cole...


Y lo mejor de todo: si vives aquí y te quieres mudar a otra parte del pueblo, nada de complicaciones. No hay que poner en venta la casa, comprar otra nueva, empaquetar todo en mil cajas, hacer la mudanza... Porque si te quieres ir a otro sitio es tan fácil como coger una cuerda, atar tu casa a una barquita y volverla a poner donde te apetezca.

22 de febrero de 2010

No life

No religious rituals.
No religious symbols.
No fortune tellers.
No traditional healers.
No paying respect to elders.
No social status. No titles.

No education. No training.
No school. No learning.
No books. No library.
No science. No technology.
No pens. No paper.

No currency. No bartering.
No buying. No selling.
No begging. No giving.
No purses. No wallets.

No human rights. No liberty.
No courts. No judges.
No laws. No attorneys.

No communications.
No public transportation.
No private transportation.
No travelling. No mailing.
No inviting. No visiting.
No faxes. No telephones.

No social gatherings.
No chitchatting.
No jokes. No laughter.
No music. No dancing.

No romance. No flirting.
No fornication. No dating.
No wet dreaming.
No masturbating.
No naked sleepers.
No bathers.
No nakedness in showers.
No love songs. No love letters.
No affection.

No marrying. No divorcing.
No martial conflicts. No fighting.
No profanity. No cursing.

No shoes. No sandals.
No toothbrushes. No razors.
No combs. No mirrors.
No lotion. No make up.
No long hair. No braids.
No jewelry.
No soap. No detergent. No shampoo.
No knitting. No embroidering.
No colored clothes, except black.
No styles, except pajamas.
No wine. No palm sap hooch.
No lighters. No cigarettes.
No morning coffee. No afternoon tea.
No snacks. No desserts.
No breakfast [sometimes no dinner].

No mercy. No forgiveness.
No regret. No remorse.
No second chances. No excuses.
No complaints. No grievances.
No help. No favors.
No eyeglasses. No dental treatment.
No vaccines. No medicines.
No hospitals. No doctors.
No disabilities. No social diseases.
No tuberculosis. No leprosy.

No kites. No marbels. No rubber bands.
No cookies. No popsicle. No candy.
No playing. No toys.
No lullabies.
No rest. No vacations.
No holidays. No weekends.
No games. No sports.
No staying up late.
No newspapers.

No radio. No TV.
No drawing. No painting.
No pets. No pictures.
No electricity. No lamp oil.
No clocks. No watches.

No hope. No life.
A third of the people didn´t survive.
The regime died.

- Sarith Pou -
Museo del Genocidio de Tuol Sleng (Phnom Penh)

20 de febrero de 2010

La pesadilla de Camboya

Y desde el sur de Laos crucé a Camboya, con un aspecto más pobre que el país vecino, pero con un paisaje igual o más bonito. Eso sí, el cambio se nota nada más cruzar la frontera y avanzar unos metros con el autobús... ¡Hay tramos de la carretera principal del país que siguen siendo de tierra! Hicieron falta unas cuantas horas para llegar a Phnom Penh, la capital, pero los viajes no se hacen tan largos cuando al otro lado de la ventanilla se pueden ver paisajes alucinantes.

Antes de llegar, la parada de rigor en una de las "estaciones de servicio", que se están convirtiendo en un tema recurrente en este blog, pero es que no tienen desperdicio allá donde voy... Al bajar del autobús el hambre que tenía, después de unas horas de viaje, desapareció de repente al ver el suculento puesto de comida. El menu: saltamontes fritos.

Y ya en Phnom Penh, es inevitable darse cuenta del trauma que siguen teniendo los habitantes de este país debido al horror que vivieron en un pasado no muy lejano. A cada paso se pueden comprar libros o películas que siempre contienen las mismas palabras: Khmer Rojo y Pol Pot. Y es que hace poco más treinta años que tuvo lugar la pesadilla...

El Khmer Rojo, grupo guerrillero que dominó Camboya de forma totalitaria y sanguinaria durante casi cuatro años (hasta 1979), destruyó el país, vació ciudades y pueblos; suspendió los colegios, la propiedad privada, las leyes y las cortes; prohibió las prácticas religiosas; envió a la población a trabajar forzosamente al campo; separó familias; cometió todo tipo de atrocidades y sembró el miedo entre la población; torturó y asesinó a profesores, doctores, religiosos y, en suma, a cualquiera que percibiera como un enemigo.

Este terrible genocidio en Camboya, a manos de Pol Pot y los suyos, dejó miles de muertos (un cuarto de la población), miles de refugiados y un trauma difícil de superar, que sigue latente en la memoria de los camboyanos.

Y Pol Pot murió sin ser juzgado...

19 de febrero de 2010

Croissants y baguettes

Nunca imaginé que fuera a encontrarme con calles como esta en Laos...


... pero este país no puede esconder su pasado como colonia francesa. Obviamente las ciudades no son como París pero tienen un toque afrancesado que llama bastante la atención en un país asiático. En Vientiane, la capital de Laos, hay un arco del triunfo y refinadas cafeterías, se pueden comer baguettes y hasta se ve a gente jugando a la petanca.

Pero los croissants no llegan a todos los rincones del país. Al sur de Laos hay un conjunto de islas en el río Mekong llamadas Las 4.000 islas. Aquí no sólo no ha llegado el toque afrancesado, tampoco han llegado los coches, ni los ladrillos... y tan sólo hace unos meses dejaron de usar generadores para tener luz.

Y la verdad es que da gusto perderse unos días por las "calles" de las isla...


... dormir en sus "hoteles"...


... hasta que vienen a buscarte para volver a la civilización...

17 de febrero de 2010

Otra frontera y... Laos

Y dejamos atrás Tailandia... No sin antes hacerle una visita al cinematográfico puente sobre el río Kwai...


Próximo destino: Laos.
Y los pasos a seguir para llegar a este país son los siguientes:
1. Llegar hasta un pueblo fronterizo. En este caso, Chiang Kong.
2. Encontrar la pequeña oficina tailandesa donde te estampan un sello que quiere decir que sales del país.
3. Dirigirte a la orilla del Río Mekong, donde esperan las barcas que cruzan el río.
4. Meter los pies en el barro (casi hasta la rodilla).
5. Subirte como puedas en una de las barcas.
6. Cruzar el río...
7. Bienvenido a Laos.


Y desde aquí, dos días navegando por el Mekong hasta llegar al próximo destino.


En las orillas del río, plagadas de vegetación y algunas playas de arena blanca, se pueden ver de vez en cuando cabañas de madera donde viven algunas familias totalmente aisladas del mundo. Pequeños pueblos donde no llega la luz, cuyos habitantes se dedican a la pesca y se mueven de aldea en aldea gracias a pequeños barquitos y un par de remos.


Lo mejor del viaje: ver cómo una niña alemana, rubia y de ojos azules, y un niño de Laos, hijo del capitán del barco, se hacen amigos y comparten sus galletas sin dejar de gritar, probablemente eufóricos por descubrir a un niño/a tan diferente. Pero en el fondo no son tan distintos... Después de un rato gritándose y riéndose, cansados, se sientan encima de sus respectivas madres y miran a sus papás con la misma cara de aburridos, seguramente pensando "¿y cuándo llegamos?".


15 de febrero de 2010

Festival de las flores

Un fin de semana en el Festival de las flores de Chiang Mai, al norte de Tailandia, da para mucho....

Para dar un paseo por los parques llenos de flores...


Para ver un desfile de lo más variopinto...



En el que, además de tailandesas guapísimas con trajes de todo tipo, se puede ver a machotes tailandeses que andan orgullosos con su traje de abejorro entre tantas flores...


Y, por supuesto, las reinas del festival...


... que salieron en su carroza tras la elección de Miss Festival de las flores, que se celebró la noche anterior. Por cierto, si alguien pensaba que no había nada más hortera que Miss España que sepa que sí, que hay algo que lo supera... Chicas guapísimas con trajes de princesa (de todos los colores y sin espacio para más brillantes) y unos moños que llegaban hasta el cielo. Si hay una Barbie tailandesa tiene que ser parecida...

Y, como no, en este festival no podían faltar millones de puestos de comida. Cada vez voy descubriendo más cosas, pero todavía no me atrevo con otras...


Pero estos tailandeses son de lo más atento y, por si lo echaba de menos, ahí estaba el típico puesto de feria con algo que me resultaba más familiar...

7 de febrero de 2010

¡Consuma, consuma, consuma!

Después de unos días en Tailandia he llegado a la conclusión de que sus habitantes tienen una especie de vocecilla interior que les anima a comprar, lo que sea, a todas horas...

Unos días en la gran ciudad, repleta de centros comerciales, anuncios por todas partes, puestos en la calle, gente vestida a la última moda y con las últimas tecnologías en sus bolsillos, habían servido para sospechar algo de esto pero mi teoría se confirmo durante una noche de viaje en autobús...

Normalmente, ya sea en India o en España (con sus obvias diferencias), cuando un autobús de largo recorrido hace una parada, los pasos básicos son los siguientes: una visita al baño, beber o comer algo, fumarse un cigarrillo y, si es necesario, comprar algunas patatas o galletas para el resto del viaje. Parecía que esto era universal...

Y cual fue mi sorpresa cuando paré en una estación de servicio tailandesa... Primero pensé que era un supermercado y no entendía muy bien qué hacíamos allí. Salí directa al baño, para empezar con el ritual, y cuando salí no podía creer lo que veía: todos mis compañeros de autobús paseaban con cestitas de supermercado entre decenas de estanterías repletas de comida envasada (no reconocí ni una cosa, pero era comida). Ni un pequeño bar para tomarse un café, sólo había tiempo para las compras.

Así pasaron todo el rato hasta que volvieron a subir al autobús, casi todos con dos o tres bolsas de plástico llenas hasta arriba. Yo volví a mi asiento deseando que eso fuera la compra para toda la semana porque si era el picoteo para el viaje nos debían de quedar, como mínimo, siete días para llegar a nuestro destino... Pero no, llegamos en unas horas, así que se confirmó la teoría: tienen una vocecilla dentro de sus cabezas que les obliga a comprar sin descanso...

6 de febrero de 2010

A las seis de la tarde...

Seis de la tarde en la estación de trenes de Bangkok, cuando de repente...

Unos silbatos empiezan a sonar por toda la estación como si pasara algo horrible y hubiera que salir de allí enseguida. Mi primer pensamiento: "lo que me faltaba, ahora un incendio y no puedo coger el tren". Todo el mundo se levanta de sus asientos y yo, luchando con mi mochila, que se resiste a subir a mis hombros, observo como nadie se mueve del sitio... ¡Se levantan pero ahí se quedan! ¿Pero qué les pasa a estos tailandeses? La estación se paraliza, nadie se mueve, nadie habla, nadie corre por los pasillos para coger el tren... Y, entonces, empieza una música que retumba por toda la estación, las pantallas muestran la bandera de Tailandia y, como no, la foto del Rey (que sé quién es porque en la calle, cada veinte metros, hay carteles gigantes con su cara, sin exagerar...).

Después de dos minutos la música termina, la estación vuelve a la vida, pero yo sigo un par de minutos más alucinando...

La hora del himno... ¡mira que no saberlo!

3 de febrero de 2010

Cuidado en el paraíso


Playas de arena blanca, tan blanca que parece que andas sobre polvos de talco, aguas transparentes y acantilados que se mezclan con la verde selva. Así debe ser el paraíso... Unas playas de película. De hecho, por una de ellas (Maya Bay) paseaba Leonardo Dicaprio durante el rodaje de La playa.

Pero las islas de Ko Phi Phi, al suroeste de Tailandia, también fueron un infierno en diciembre de 2004 cuando un terrible tsunami, con olas de hasta diez metros, destrozó gran parte de las islas. Ahora todo está como antes y nadie se acuerda de lo que pasó hace unos años, a menos que pase por delante de las nuevas señales que decoran las islas y que advierten a los turistas de lo que tienen que hacer en caso de que vuelva a repetirse el desastre...


30 de enero de 2010

Chinatown


El barrio chino de Bangkok es un laberinto de calles llenas de gente, tráfico y, ahora que queda poco para el año nuevo chino, adornos para la ocasión...


Andar por aquí es como estar en la típica tienda de los chinos de España pero a lo grande. Es el paraíso de los amantes de Hello Kitty y Doraemon, el lugar donde más horquillas y gomas para el pelo hay por metro cuadrado, sin olvidarse de los montones de pegatinas de muñecos, corazones y brillantes, los gatos que mueven el brazo sin descanso y todo tipo de juguetitos de plástico.