6 de febrero de 2010

A las seis de la tarde...

Seis de la tarde en la estación de trenes de Bangkok, cuando de repente...

Unos silbatos empiezan a sonar por toda la estación como si pasara algo horrible y hubiera que salir de allí enseguida. Mi primer pensamiento: "lo que me faltaba, ahora un incendio y no puedo coger el tren". Todo el mundo se levanta de sus asientos y yo, luchando con mi mochila, que se resiste a subir a mis hombros, observo como nadie se mueve del sitio... ¡Se levantan pero ahí se quedan! ¿Pero qué les pasa a estos tailandeses? La estación se paraliza, nadie se mueve, nadie habla, nadie corre por los pasillos para coger el tren... Y, entonces, empieza una música que retumba por toda la estación, las pantallas muestran la bandera de Tailandia y, como no, la foto del Rey (que sé quién es porque en la calle, cada veinte metros, hay carteles gigantes con su cara, sin exagerar...).

Después de dos minutos la música termina, la estación vuelve a la vida, pero yo sigo un par de minutos más alucinando...

La hora del himno... ¡mira que no saberlo!

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