5 de noviembre de 2009

Mandu en bicicleta

Un atasco impresionante en Ahmedabad y un rikso que intentaba meterse por cada hueco que encontraba entre tanto tráfico. Así comenzó el viaje a Mandu. No llegaba al tren, así que el riksero paró a un señor que iba en moto y le dijo “lleva a esta chica a la estación, que va a perder el tren”. Me bajé del rikso, me monté en la moto (que lo tenía más fácil para esquivar el tráfico) y llegué a la estación de Kalupur pero el tren se había ido. Cogí otro rikso a la estación de autobuses y compré un billete para esa noche. El autobús tenía una parada en un pueblo cercano a Mandu, desde donde tenía que coger otro autobús, pero uno de los cuatro conductores (sí, van cuatro conductores, por si se cansan), el que me tenía que avisar para bajarme, se había quedado dormido. Me quedé en otro pueblo, no sé ni cómo se llamaba, y desde allí esperé a que pasara el autobús de la mañana que recorre todas las pequeñas aldeas cercanas a Mandu. Un autobús pequeño, que empezó medio vacío pero que se fue llenando poco a poco. En el estrecho asiento donde yo pensaba que una persona cabía difícilmente, comprobé que cabían hasta tres. El autobús iba parando en cada aldea, en el camino o donde fuera. Paraba allí donde había alguien que quisiera subir o bajar. Subían niños con sus mochilas para ir al colegio, mujeres que iban al mercado de un pueblo cercano, gente con bolsas, sacos y todo tipo utensilios, bajaban, subían, se sentaban, muchos se quedaban de pie, muchos con las cabezas asomadas por la puerta, demasiada gente en un autobús tan pequeño. Pero al final cada cual llegaba a su destino. Yo llegué al mío tras cuatro horas de viaje.

Y al llegar a Mandu, lo de siempre… comienza el “acoso” a la nueva turista en el pueblo: “¿tienes donde dormir?”, “¿necesitas un guía?”, “ahí está mi tienda”, “¿un tour por las ruinas?”. A Mandu no llegan muchos turistas extranjeros, pero es un lugar turístico para los indios, así que están preparados. Conseguí librarme de todo eso y llegar a la casa de una familia que tiene cuatro habitaciones para dormir. Es una casa sin ningún tipo de cartel que anuncie que tienen habitaciones, así que sólo llegas allí si te lo ha recomendado algún amigo. Una buena opción para quedarse unos días. Una habitación acogedora a las afueras del pueblo y con una comida deliciosa si decides cenar allí, con la familia. La mujer cocina la mejor comida que he comido en India y el marido es un personaje auténtico, todo el día riéndose, cuidando sus plantas de marihuana y diciendo “in India everything is possible. Not very much money, but very much happy”.

Sólo faltaba una cosa: una bicicleta. La mejor forma para recorrer los alrededores de Mandu si te quedas unos días. Y a partir de aquí, a disfrutar.

Pero Mandu no es sólo el pequeño pueblo. Está situado en una zona elevada, rodeado por 24 kilómetros de una antigua fortaleza, dentro de la cual hay numerosos caminos con asentamientos tribales a los lados por los que perderse para encontrar antiguos templos, palacios o unas buenas vistas.

Y para acabar el día, una bonita puesta de sol con vistas a un paisaje que parece sacado de “El libro de la selva”.

Por cierto, una curiosidad, no se rompieron mucho la cabeza los que pusieron nombre a los personajes de esta historia… Baloo significa oso en hindi y Bagueera significa pantera. Es una de las cosas que descubrí hablando con unos amigos de Mandu. Porque una cosa está clara: aunque viajes solo, en India nunca te vas a aburrir. Llegué sola a Mandu pero el día que me iba estuve toda la mañana tomando chais con la gente que había conocido allí. Es lo bueno de estar unos días en el mismo sitio, sin prisas por ver quinientas cosas en un solo día, que conoces gente que te enseña sitios que no salen en las guías y con los que pasas buenos ratos comiendo algo, tomándote un chai tras otro o simplemente hablando cerca del mercado. De hecho, una de esas personas era un guía de Mandu, con el que tuve varias conversaciones entre visita y visita que tenía que hacer en autobús con otros turistas que iban a pasar un agitado día en este pueblo.

El autobús que me llevaba a coger el tren de vuelta pinchó en el camino, pero esta vez no perdí el tren de vuelta a casa.

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