6 de diciembre de 2009

Como en otro país...

Un viaje al norte de India siempre viene bien para dejar el sofocante calor apartado durante unos días. El frío y la nieve de los Himalayas hacen que uno se confunda y piense que ha cambiado de país. Y esta confusión se acentúa al pasar por Mc Leod Ganj, pueblo donde se encuentra el Gobierno tibetano en el exilio.


La mayoría de los habitantes de este pueblo son refugiados tibetanos. La imagen que solemos crear en nuestras cabezas al escuchar la palabra "refugiado" nada tiene que ver con lo que se puede ver en este pueblo, donde la calidad de vida es mucho mejor que la que se acostumbra a ver por India. Un pueblo limpio, con modernas cafeterías y tiendas en las que venden prendas de abrigo de buenas marcas. Hasta ponen los precios y no se regatea apenas, nada que ver con el resto del país... En este lugar se mezcla la tradición y la modernidad en cada rincón. En la calle se cruzan monjes budistas ataviados con sus telas granates y jóvenes que visten a la última moda, como si hubieran sacado su ropa de cualquier tienda de Madrid o Londres.


Aquí es donde el Dalai Lama tiene su residencia oficial, pero si se va de visita unos días a este pueblo no hay que esperar encontrárselo por la calle porque no es lo habitual... Casualidades de la vida, el dirigente tibetano iba a comparecer ante sus compatriotas justo el día siguiente a nuestra llegada a Mc Leod Ganj. No hay fotos para probarlo, ya que los eficaces sistemas de seguridad nos impidieron entrar al recinto con cámaras o teléfonos móviles. No sé muy bien por qué pero creo que todo formaba parte de una estrategia elaborada por la señora que tenía una tienda enfrente del lugar donde se registraba a la gente, que se hizo de oro guardando las pertenencias de todos los que querían entrar.

Y finalmente el Dalai Lama llegó y comenzó su discurso. ¿Y con qué empezó el líder espiritual? Con una broma, a la que siguieron las risas de todos los que escuchaban. Hablaba lento y tranquilo y mezclaba su discurso con algún chascarrillo que despertaba a los que empezaban a dormirse después de escuchar cómo daba vueltas a la misma idea durante una hora. No sé cuantas veces pudo repetir las palabras "peace of mind" y "materialism"... Pero aun así, nadie se movía del sitio y seguía escuchando al gran líder del budismo tibetano.

Dalai Lamas aparte, Mc Leod Ganj es el lugar indicado si se quiere saber más acerca de la historia del Tibet y la sistemática erradicación de la cultura y religión del pueblo tibetano por parte del Gobierno chino.


Por cierto, hay que probar la cocina tibetana (si no se ha hecho ya en alguno de los restaurantes de refugiados tibetanos salpicados por el país) pero hay que tener mucho cuidado con los momos porque son peligrosamente adictivos...

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